
Cirrosis hepática: último paso de EHGNA antes de cáncer
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La cirrosis hepática es la pérdida de tejido hepático en el hígado, como consecuencia del progreso de la fibrosis hepática y de la acumulación de tejido fibrótico. Como consecuencia, esto lleva a insuficiencia hepática que se caracteriza por la imposibilidad del hígado de llevar a cabo sus funciones.
La fibrosis hepática se desarrolla a través de 4 fases, que van progresando hasta derivar a la cirrosis en la fase final. Dichas fases son las siguientes:
La cirrosis es la fase final de la enfermedad hepática crónica, que se suele desencadenar como consecuencia del agravamiento de la enfermedad del hígado graso no alcohólica (EHGNA).
Esto se debe a que la EHGNA puede provocar la inflamación del hígado si no es revertida a tiempo, promoviendo así el desarrollo de EHNA. Si la EHNA se cronifica en el tiempo, el tejido hepático va siendo progresivamente dañado y es reemplazado por tejido conjuntivo (fibrótico), mediante el proceso conocido como fibrosis hepática. En esta fase, la enfermedad hepática es crónica y no se puede revertir. La cronificación de la fibrosis provoca el deterioro de la función hepática debido a la acumulación de tejido conjuntivo, llegando así al desarrollo de la cirrosis hepática.
Por otro lado, cada una de las fases de la enfermedad hepática provoca un aumento del riesgo del paciente de sufrir carcinoma hepatocelular (CHC), que es el tipo más común de cáncer de hígado.
Los síntomas de la cirrosis hepática suelen incluir:
A medida que el funcionamiento del hígado empeora, los síntomas pueden incluir:
La cirrosis hepática es, la mayoría de las veces, el resultado final de daño crónico hepático causado por una enfermedad prolongada (crónica) del hígado. Los factores de riesgo comunes de enfermedad crónica del hígado son:
Otros factores de riesgo menos comunes son:
La cirrosis hepática a menudo se detecta durante la evaluación rutinaria del perfil hepático que se utiliza para ver cómo está funcionando el hígado. El perfil hepático suele incluir:
Además, también existen otras pruebas que, en caso de obtener resultados anómalos del perfil hepático, pueden confirmar o descartar la presencia de cirrosis hepática. Dichas pruebas son:
A veces se requiere de biopsia del hígado para confirmar el diagnóstico.
Los tratamientos para la cirrosis hepática suelen incluir:
Si la condición se agrava y se convierte en enfermedad hepática terminal, se puede requerir un trasplante de hígado.
La cirrosis hepática se puede prevenir si se adoptan hábitos de vida que no pongan en riesgo la salud del hígado. Dichos hábitos incluyen:
La cirrosis hepática es la pérdida de tejido hepático en el hígado, como consecuencia del progreso de la fibrosis hepática y de la acumulación de tejido fibrótico.
La cirrosis hepática lleva a insuficiencia hepática que se caracteriza por la imposibilidad del hígado de llevar a cabo sus funciones.
La cirrosis hepática es la fase final de la enfermedad hepática crónica, que se suele desencadenar como consecuencia del agravamiento de la enfermedad del hígado graso no alcohólica (EHGNA).
Cada una de las fases de la enfermedad hepática provoca un aumento del riesgo del paciente de sufrir carcinoma hepatocelular (CHC), que es el tipo más común de cáncer de hígado.
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